
En un lugar de provincias, sucedió que un hombre bueno, inocente y algo breve de mollera y de modales, se aprestaba al matrimonio pensando que era mejor que viajar de solterón. “Todos los hombres lo hacen” pensó el honesto sujeto, al que ya pintaban canas, y sin comerse una rosca no se quería morir. Cuando con rezo y pijama, estaba entrando en la cama de aquella humilde pensión, con virginal inocencia, irrumpe, sin previo aviso… una chica joven, rubia y para colmo… ¡corista!
